El capítulo de la boxeadora argelina, Imane Khelif, que aún no se ha cerrado, nos debe dejar una enseñanza: somos ligeros de boca y dedos. Apenas la boxeadora italiana vencida en el ring salió a decir que le parecía injusta su pelea y que nunca había sido golpeada tan fuerte, la primera aseveración que se hizo fue: Imane es hombre. Cosa que no es cierta.
No existe ningún registro que así lo asegure, y por el contrario, hay certeza de que el Comité Olímpico Internacional aplicó los filtros de rigor para asegurarse de que ella sí podía competir en estas justas.
Sin embargo, corroborar la información es lo de menos. Lo que más vende es el morbo y la falsa idea de que estar en el lado correcto. “_Pobrecita la italiana, cómo es que la van a poner a pelear con un hombre_”. Decir eso es más popular, y para algunos, la excusa perfecta para sacar a flote todo su arsenal transfóbico y de homofobia. Las redes sociales se llenaron de comentarios en contra del terreno ganado en cuanto al reconocimiento de los derechos de las personas trans.
Cortesía: BBC News Mundo.
Al igual que la italiana vencida en el ring, la argelina también se tuvo que preparar por muchos años para alcanzar su nivel. Y es probable que la misma naturaleza le haya dotado de una fuerza descomunal, incluso, es probable, según algunos criterios médicos, que sufra una enfermedad que le hace ser masculina: el hiperandrogenismo. Sin embargo, eso nada tiene que ver con que haya nacido hombre y ahora sea mujer trans. Eso no es cierto.
La boxeadora Iname hoy no solo debe vencer a sus rivales en ring, sino también a la ligereza del mundo para acusar sin pruebas. Para señalar y criticar sin piedad. La estigmatización que está viviendo le puede generar, incluso, una amenaza a su integridad y a su libertad, si se tiene en cuenta que en su país de origen: Argelia, la homosexualidad es considerada como un delito. Este capítulo nos debe invitar a la reflexión. Hay que acelerar más la empatía (la capacidad de ponerse en los zapatos del otro) y menos la boca y los dedos.
Por Ricardo Solarte, el youtuber de La Paz